A mi padre. Al abuelo. 81 años de vida (y de lección)

13 de abril de 2025

Hay quien dice que 81 años son pocos. Otros que “que le quiten lo bailado”. Pero… ¿quién sabe su destino? Nadie. Hablar es gratis. Vivirlo, como lo ha vivido él, eso ya es otro nivel.

Mi padre, el abu, está de regaliz. Castigado por cosas ajenas, por injusticias de esas que llegan sin pedir permiso. Pero sigue. Con esa sonrisa suya, con ese temple que te tranquiliza solo con estar. Porque los malos tragos, él los convierte en vinico y martini. Como hacía su padre. Como hacen los sabios.

Hace ya 32 años que la vida nos golpeó como nunca. Perdimos a mi madre, su compañera. Y aunque pasen décadas, el vacío sigue igual. A veces no se puede ni escribir. Porque las heridas no siempre se cierran. Porque mi madre era eso que solo una madre puede ser. Fuerte, dulce, todo.

Y él… lo sostuvo todo. Para nosotros. Para la familia.

Trabajador incansable. De los de antes. De los que madrugaban, daban la cara, hacían las cuentas sin fallo y con letra perfecta. Contable en Potasas, de 7 a 15. Y por las tardes, sumando vidas entre números, llevando contabilidades a media Pamplona.

Pero lo que marcó una época fue aquella llamada:
“El Club necesita ayuda”.
La presidencia entonces era de Don Fermín.
Mi padre dudó. Estaba roto, con mil cosas. Pero no podía decir que no.

Y allí fue. A las oficinas en la Plaza del Castillo. Cuando no había casi nadie. Cuando el Club era otra cosa. Cuando se trabajaba por sentimiento y con el corazón.

Aquellos ascensos, qué tiempos. Grandes fichajes, como Angelov…
Y grandes historias, como esas que no salen en prensa pero que se quedan para siempre.
Historias que él guarda. Con su silencio elegante. Con su honestidad intacta.

Casi 25 años en Osasuna. Hasta que se jubiló. Profesión y pasión a partes iguales.

Mi padre es de Mendillorri. Orgulloso de serlo. De cuando Mendillorri era un palacio. De los de antes, de verdad.
Hijo de Javier y Benita.

Hermano de Pachi y del inolvidable Félix, grande donde los haya.
Una familia que es pura historia viva de Pamplona.

Y la vida, como todo, también tiene lo suyo.
Hay momentos donde lo malo parece bueno y lo bueno… pues se olvida. Hipocresía pura y dura.
Pero ahí está él, firme, sin cambiar.
Sin rencores. Sin doble cara.
Con su copica de vino, con su chascarrillo, con su presencia.

Orgulloso de sus nietos.
Feliz con lo que ha construido.
Nunca de mala leche. Siempre con un “¿tomamos algo?” para convertir lo difícil en llevadero.

Hoy hemos estado juntos. Un gran día. Como tantos otros. Y aún así, especial.
Porque tenerle es un regalo.
Porque aprender de él es una lección sin final.
Porque no le llegamos a los pies… pero qué suerte poder intentarlo.

Gracias, abuelo.
Por tu historia. Por tu ejemplo.
Por el vinico, por tu «cuadri» de los viernes, los números, los silencios y las verdades.

Que sigas cumpliendo. Que sigas sumando.
Que sigas siendo tú. Porque tú, abuelo, no eres un número.

Tú eres historia viva.
Tú eres legado.
Tú eres un regalo.

Y como no podía ser de otra forma… acabamos con el abu.
Con su vinico, su sonrisa y ese abrazo que lo dice todo.

Tres generaciones, una historia que sigue.
Y él, siempre en el centro. Con su temple, su humor y su corazón.

Gracias por tanto.
Por enseñarnos que lo importante no es solo vivir…
sino cómo se vive.

¡Felicidades, abu!
Te queremos.

P.D.(añado al artículo) 26-04-2025:
Y como si la semana no fuera ya especial, tuvimos un regalo más.
Mi hermana Nuria vino desde Alemania, donde vive desde hace 10 años.
Esta vez no pudo venir Ralf, su marido, pero sí llegaron Erik y Oliver, sus hijos.

Y claro… el abuelo, feliz.
Rodeado de sus nietos, de risas, de energía.
Momentos que valen oro.

Ayer, 25 de abril, fue la despedida. Y como siempre, mezcla de alegría y nostalgia.
Alegría porque ha estado aquí.
Nostalgia, porque ya estamos contando los días para que vuelva.

Y mientras tanto, seguimos sumando fotos, anécdotas, brindis.
Seguimos haciendo historia.
Porque con el abuelo, la vida siempre es mejor vivida.