La vida tiene estas cosas. A veces te cruzas con alguien y, sin saber cómo ni por qué, te cambia la rutina, la energía y hasta el calendario. David es uno de esos encuentros. Uno de esos fichajes inesperados que te alegran la temporada. Lo conocí el primer día que empecé a trabajar en Q+D, y desde entonces no tengo claro quién fichó a quién… si él a mí para su vida o yo a él para la mía. La complicidad fue inmediata.
Podríamos decir que nos separan más de 20 años, pero la edad en nuestro caso es solo un dato del DNI. Porque lo que nos une va más allá de los números: confianza, admiración y un montón de momentos compartidos entre presupuestos, viajes, proyectos… y alguna que otra tortilla de patata.
El portero que lo paraba todo (hasta las excusas)
David es de esos que lo dan todo. Como portero, ha sido un muro humano. Lo dejó claro en el TAFA (equipo que, por cierto, ascendió tras su marcha, casualidad… o no). Y este año lo ha dado todo en el San Juan en Segunda B, hasta que ha decidido colgar los guantes. Lo curioso es que cuando por fin decide retirarse, parece más en forma que nunca: gimnasio a diario, proteína por vena y abdominales como si fueran parte del uniforme de trabajo.
Clientes por toda España… ¡y hasta Portugal!
David gestiona clientes por toda España. Y no solo eso… también al otro lado de la frontera. Clientes de todo tipo, sectores y tamaños. Y hay algo que no deja de sorprenderme: escucho cómo le llaman, los mensajes que le mandan, cómo le hablan… y es increíble el cariño que le tienen. Eso no se improvisa, eso se gana. Eso solo lo sabe hacer él. Es algo que lleva dentro, una forma de ser, de actuar, de trabajar… que allá donde vaya, triunfará.
Y yo se lo he dicho mil veces (y no exagero):
— “David, el día que te lo creas… explotas.”
Siempre con una sonrisa y un ‘buenos días, compi’
Hay detalles que te marcan. Como esos mensajes de voz mañaneros:
— “¡Buenos días, compi! Ya estoy llegando a fábrica. ¿Tú cómo vas?”
No hay despertador más amable que ese. Y no hay gesto más suyo. Porque David es todo corazón, un tipo generoso, noble, que sabe estar y hacer estar bien.
Y eso, amigos, eso no lo hace cualquiera. Eso lo hace David.
La fiesta del año (con corona incluida)
Ayer celebró sus 30. Y lo hizo a lo grande. No podía ser de otra forma. Fiesta en el monte, amigos por docenas, mariachis, emoción, risas… y hasta canción personalizada. (Spoiler: yo puse mi granito de arena en la letra. Y sí, también rima con rey).
Él lo dio todo. Nosotros también. Y aunque era el más veterano del lugar, me sentí parte de su círculo más cercano. Porque así es David, hace sentir parte del todo a cualquiera que se le acerque con buen rollo.
Madrid nos lo quita, pero la amistad se queda
Ahora, Madrid le espera, con Marina, su compañera de viaje, nuevos retos, nuevos sueños y la misma pasión de siempre. Se va, pero nos deja un hueco difícil de llenar. Porque personas así no se sustituyen. Se recuerdan, se celebran y, con un poco de suerte, se vuelven a cruzar contigo en el momento más inesperado.
Eso sí… no me rindo. Ya le he intentado fichar para el Lacturale Boscos. Él dice que no. Pero ya sabéis cómo soy. Insistiré hasta que un domingo de estos aparezca con camiseta amarilla, botas limpias y sonrisa de gol.
Gracias, David
Por tu energía.
Por tu manera de ser.
Por enseñarme que a veces, los compañeros se convierten en amigos… y los amigos, en familia.
Nos vemos pronto, compi.
Mientras tanto, que Madrid te aplauda como nosotros lo hicimos ayer.
Y no lo olvides:
¡David, sigues siendo el Rey!