Hoy es domingo, mitad de junio. De esos tranquilos. Después del torneo ayer todo el día en Zaragoza —gran torneo del Ardoi, por cierto, subcampeones frente al Jacetano y Andoni a un nivel de diez— tocaba bajar revoluciones.
Salir a correr una buena mañana fresca, comer con el abuelo y dejar a Andoni en sus clases (sí, en domingo por la tarde, mañana tiene examen…), y como tenía hora y media libre, he pensado:
“Voy a cortarme el pelo.”
Siempre voy al mismo sitio. Una peluquería en Barañain, regentada por Moha, marroquí encantador, de esos que te saludan siempre sonriendo, con afecto y te cortan el pelo como si llevaran toda la vida conociéndote. Allí también va Andoni. Pero hoy estaba cerrado, raro porque los domingos a la tarde, abre.
Frente a ella, otro local abierto. He dudado.
—¿Entro?
Y he entrado.
Confianza
Me ha venido a la cabeza aquella frase histórica de Pedro Mari Zabalza, el mítico entrenador de Osasuna:
“Si nos confiamos, somos muy malos.”
Él lo decía en clave futbolística. Pero en la vida, ¿nos confiamos? ¿Confiamos en los demás?
Yo sí. A pesar de todo, de unas cuántas leches. A pesar de que me la hayan jugado más de una vez. A pesar de que haya quien duerme tranquilo con cosas que a mí me dejarían intranquilo un mes entero o casi la vida misma.
El corte
He entrado. Me ha saludado con una sonrisa que ya valía el corte entero. Me he quitado las gafas que llevaba como diadema..
—Mira qué mata, le he dicho.
—Haz lo que quieras. Pero no me rapes. Ya llegará.
Y ha empezado. Movía las tijeras como nadie. Las hacía bailar, girar, deslizarse. Cuando termina de cortar, les da una vuelta sobre tu cabeza como si firmara un cuadro. Me he quedado flipado. Un artista, de verdad.
La anécdota
—¿Cuánto es?
—12 euros. Tenías degradado.
Le he dado dos billetes de 10.
—No tengo cambio. Dame uno, ya volverás otro día.
Me lo ha dicho así, sin dudar. Confiando.
Sin conocerme de nada.
He salido y he ido a buscar cambios. Al rato he vuelto.
—¡No hacía falta!, me ha dicho, sorprendido.
—Sí hacía falta, le he respondido. Porque tú has confiado en mí. Y eso no se paga con 2 euros. Eso se paga devolviéndolo.
Le he pedido si podíamos hacernos una foto juntos, ya estaba «Makinando» el post, cuando menos te lo esperas. Le ha faltado tiempo para sonreír y decir que sí. Confianza, generosidad… o quizás ambas cosas. Qué gusto da encontrarse con gente así.
Lo importante
Necesitamos vivir así. Con más gestos como este.
Confiar no debería ser una excepción. Debería ser la regla.
No se trata del dinero. Se trata del mundo que queremos construir. Uno donde tú confías en su trabajo, y él en que volverás. Uno donde el corte de pelo no sea solo estética, sino también humanidad.
Hoy, en un domingo cualquiera, me han vuelto a recordar que confiar sigue teniendo sentido.
Y que cuando alguien te regala su confianza sin conocerte, no puedes decepcionarlo.
Gracias, Walid. Por el corte. Por tu gesto. Por tu arte.
El mundo necesita más gente como tú.
Y sí, que lo sepa todo el que lea esto, hasta su teléfono se puede ver.
Feliz domingo, próxima semana.
Y sigue confiando. Porque si tú no lo haces… ¿quién lo hará?.