El tiempo pasa volando. En 3 días, 26 de febrero de 2025, van a hacer dos años que te fuiste, pero sigues aquí. Sigues en cada partido, en cada charla, en cada almuerzo, en cada chascarrillo. Porque Joaquín no solo era parte del equipo, él era el equipo .
Hablar de Joaquín es hablar de fútbol, de pasión, de dedicación absoluta. Desde que tenía uso de razón, el fútbol formaba parte de su vida. Burladés de pura cepa , llegó a ser presidente del club. Lo vivió todo, desde el barro de los campos de tierra hasta los días de gloria en el vestuario. Pero si hay algo que destacaba de él era su manera de hacer grupo, de unirnos a todos, de hacernos una familia. Y eso es lo que sigue vivo hoy.
El delegado que lo hacía todo
Como delegado, Joaquín era único. No sabemos cómo Cipri le aguantaba, pero lo hacía. Era de los que ponía orden cuando había que ponerlo, pero también de los que soltaba una de sus frases para arrancarnos una carcajada. Era el que nos daba confianza, el que nos bajaba los humos, el que nos hacía reír y el que nos recordaba que lo importante no era ganar, sino disfrutar.
Porque sí, éramos de los últimos en la tabla, pero nos daba igual. Nos lo pasábamos bien, compartíamos momentos, almorzábamos como dioses, y sobre todo, éramos un equipo dentro y fuera del campo. Nos reímos hasta de nosotros mismos y de nuestros propios cánticos. ¿Quién no recuerda aquel «Joaquín, vete ya» ? ¡Nuestros hijos lo aprendieron mejor que una lección de sus estudios!
Un hombre de familia, de fútbol y de almuerzos.
Pero Joaquín no era solo fútbol. Su vida giraba en torno a su familia. Sus hijos, su huerta, sus nietos… Si alguien hablaba de ellos, le brillaban los ojos. Era el abuelo que todos querríamos tener. El que te arropa, el que te escucha, el que siempre tiene una historia que contar.
Y si había algo que le encantaba, aparte del fútbol y su familia, eran los almuerzos, las comidas y las cenas. Joaquín era el rey de la mesa. Nos juntábamos para cualquier excusa y, cómo no, ahí estaba él. Siempre reunidos, siempre haciendo piña, porque si algo tenía claro Joaquín es que un equipo no solo se hace en el campo, se hace en la mesa.
El golpe más duro
Pero la vida a veces es injusta. Aquel día en el vestuario nunca lo olvidaremos. Con su entereza de siempre, con esa fuerza que parecía inquebrantable, nos soltó sin rodeo.
«Me han detectado un bicho».
Y, por primera vez, vimos llorar a Joaquín.
El hombre fuerte, el que nos levantaba cuando caíamos, el que siempre tenía un «no pasaba nada», el que siempre encontraba el lado positivo… Ese día se rompió. Y con él, nosotros. Nos dejó tocados. Nos dejó sin palabras.
Pero nos enseñó la lección más grande que nos podía dar: la de la vida misma.
Joaquín peleó con la misma garra con la que vivió, con la misma pasión con la que se dirigía al equipo. Pero hay luchas que no se pueden ganar, y aún así, hasta el último día, dio la mayor muestra de valentía que hemos visto en nuestra vida.
Pero no se fue sin más. Nos dejó algo, nos dejó a Óscar, su gran «Vaca Sagrada», el que tenía su confianza, su respeto, su admiración. Sabía que él debía seguir cuidando del equipo, de la familia que había construido.
Y en ese último gesto, en esas palabras que quedaron grabadas en la memoria de todos, Joaquín dejó claro que nunca nos abandonarían:
«Óscar, cuídame a estos cabrones».
Una despedida inolvidable
Días antes de fallecer, sabiendo que le quedaba poco tiempo, Joaquín hizo lo impensable.
Se presentó en Salesianos, a puerta cerrada, en una reunión de equipo. Se despidió de nosotros.
Y no con tristeza, sino con el mismo cariño, con la misma fuerza, con esa manera suya de decirnos que seguimos adelante.
Nos quedamos sin palabras. Nos dio las gracias… ¡¿Gracias de qué, Joaquín?!
Los que teníamos que dar las gracias éramos nosotros.
Nos quedamos marcados para siempre. Porque no todo el mundo es capaz de hacer algo así, de enfrentarse al final con esa entereza, de cerrar su historia con su equipo, con su gente. Joaquín nos enseñó hasta en su último acto lo que es el coraje, la amistad y la pasión por la vida.
Dos años después, seguimos siendo lo que nos enseñaste
Hoy, en este almuerzo, somos un montón. Porque lo que nos dijo se ha cumplido. No importan los resultados, no importan los goles, importa lo que compartimos.
«Seguid ahí, da igual si ganáis o perdéis, en el campo los peores… pero en la mesa, los mejores.»
Joaquín, esto es por ti. Esta victoria es para ti.
Esto es Boscos: Boscos Tximimitxurri Trakatra o Trakata, je je
Esto perdura.
Dos años después, no te olvidamos.