No era un día especial. Era un sábado cualquiera. Y como muchas veces, salí a correr. Mientras avanzaba entre pensamientos, me llegaron mensajes. Con tanta fuerza suficiente como para detener el paso y activar todos los recuerdos.
«Diego, ¿Te acuerdas de esto?»
Una foto y otra de un reportaje de prensa. Esas imágenes que no solo muestran, sino que cuentan. Ahí estábamos, hace casi 20 años. Una sala llena de niños, de ilusión, de futuro. Un acto sencillo, pero lleno de emoción. Un auditorio repleto de pequeños soñadores, un empresario valiente que apostó por algo diferente, y un equipo humano que se volcó con un propósito claro: llevar el sentimiento rojillo por cada rincón de Navarra.
Y vaya si lo hicimos.
Fueron años intensos. Eventos, firmas, charlas, colegios, kilómetros… muchos kilómetros. Pero sobre todo, fueron años de compromiso, de entrega y de creer en algo más grande. Aquel impulso fue fruto de personas que entendieron que, cuando haces las cosas con pasión, dejas huella. Aunque entonces no lo sepas. Aunque no lo midas.
Y justo eso es lo que más emociona. Ver, casi dos décadas después, que aquello no se perdió. Que quedó. Que tocó. Que alguien lo recuerda. Que vuelve.
Ver a todos esos niños llenando un auditorio, sabiendo que hoy muchos de ellos serán padres, es algo que conmueve. Porque no era solo fútbol. Era ilusión. Era educación. Era sembrar valores. Y eso no se olvida.
A veces la vida te regala un mensaje como ese. Y solo puedes dar las gracias. Porque hay momentos que no necesitan focos, solo corazón. Y si lo diste en su día, lo que queda es la tranquilidad de saber que mereció la pena.
💡 Haz las cosas bien. Da lo mejor. Siempre. Porque nunca sabes cuándo, ni cómo… pero un día, lo vivido vuelve. Y cuando vuelve, te recuerda quién eres.