Hoy me cuesta escribir esto.
No porque no tenga qué contar…
sino porque me daría para un libro. Una enciclopedia. Y aún así se me quedaría corto.
Me emociono solo de pensarlo.
Porque hablar de Miguelito es hablar de una persona única.
De esas que no se definen con palabras,
se sienten.
Para mí, es más que un amigo.
Es el hermano que no tengo, pero que la vida me puso ahí, como si supiera que lo necesitaba.
Y desde que nos conocimos, hace ya muchos años,
no ha hecho más que sumar.
Sumar amistad, momentos, carcajadas y verdad.
Y lo más grande de todo es que toda la gente está a gusto con él.
Se llena. Se siente bien.
Y cuando no está…
se nota.
Y eso, amigos, no se compra ni con todo el dinero del mundo.
Eso no se aprende.
Eso se es.
De Miguelito me quedo con muchas cosas,
pero si tuviera que elegir…
sería su fidelidad.
Porque él está.
En lo bueno, en lo malo, en lo inesperado.
Y siempre con buen humor.
Siempre con energía.
De esos que te dicen “vamos” y ya sabes que será un buen plan, aunque no haya plan.
Es el inventor oficial de la frase que ya es un mantra:
👉 “El que es de andar… es de andar.”
Y vaya si hemos andado…
Nos faltó solo patentarla. O tatuarla.
Recuerdo su boda como si fuera ayer.
Tres o cuatro horas antes,
estábamos en la cuesta del kayak.
Así es él.
Un artista de la vida.
Y del trabajo también.
Le pega a todo.
Te arregla lo que sea.
“¡Miguel, se me ha roto!”
Y ya está con las manos, el destornillador, la cinta, el foco…
y la sonrisa.
Compañero de mil andanzas.
De viajes.
De cenas.
De isla.
De ideas que nacen de madrugada y de ir siempre «palante», como el caballo.
Tiene una familia espectacular.
Sus hermanos, Fran y el Largo,
son como él:
currantes, auténticos, buenos de verdad.
Estar con ellos es aprender sin que te des cuenta.
Es vivir en buena compañía.
Es un lujo sin precio.
Y hoy, solo puedo decir gracias.
Gracias, Miguelito,
por ser como eres.
Por estar donde muchos no están.
Por no fallar.
Por reírte hasta de lo imposible.
Por no quejarte nunca.
Por sumar.
Por transmitir.
Porque eso es lo que tienen los grandes.
Y tú, amigo, eres de los grandes.
📌 Y si algún día falta Miguelito, no hace falta preguntar.
Se nota.
Se siente.
Y se echa de menos.
Miguelito.
El que es de andar.
Y de estar.
Y de alegrarte la vida.
Gracias, hermano.
Por tanto.