Domingo, 11 de mayo de 2025
Acaba de terminar un Barça – Madrid de los de verdad. 4-3, partidazo. Goles, emoción, ritmo, tensión… un clásico en toda regla.
Y mientras aún se comenta la última jugada, me acuerdo de otro clásico.
Uno de los buenos.
Uno que lleva casi cuarenta años siendo parte de mi vida.
Raúl López Hermoso de Mendoza.
Nos conocimos allá por Maristas. Cuando los pantalones eran cortos y las risas eran eternas. Años de pupitres, de patio, de balón. De allí, en la base, salió una cuadrilla que, con sus idas y venidas, sigue unida casi cuarenta años después. Y eso ya dice mucho.
Recuerdo como si fuera hoy cuando se fue a estudiar COU a Estados Unidos. El primero que cruzaba el charco. Nos tenía a todos en vilo, sin móviles, como si se fuera a la luna. Y volvió… distinto. Más despierto, más suelto. Más Raúl. Nos trajo historias, carcajadas, y esa energía que siempre le ha acompañado. Ese era y es «Maculi».
Con la cuadrilla vinieron veranos inolvidables. Un año en Benalmádena, otro en Marbella… vaya vacaciones nos pegamos. Él como anfitrión de lujo. Tantas anécdotas de aquellos viajes que seguimos recordando —Iñigo todavía tiene que arreglar la puerta—.
Y sí, las fotos que ves aquí no son de aquellos veranos, sino de mucho antes. De esos primeros años en los que empezó a forjarse lo nuestro. Por entonces arrancamos con el famoso “Día del colega”, que cada octubre celebramos como si fuera una religión. El pasado fue en Málaga, este en León… como el Papa. Seguro que salimos bendecidos, pues?.
También hizo de anfitrión con mi familia, justo cuando falleció mi madre. Nos fuimos los cuatro a Málaga y allí nos llevó por todos lados. ¿Y por qué Andalucía, por qué Málaga? Ahí estaba Sandra. Malagueña. Su compañera de viaje. Primero de estudios y después de vida. Alguien que le acompaña en todo.
Raúl siempre sonríe. Tiene buen humor, optimismo, alegría. Como los que me gustan. Y Sandra también. Ahora volcada en ayudar a los demás desde el coaching. Son el uno para el otro.
Raúl y Sandra son padres de tres hijos: Noa, Cloe y Hugo. Hugo es de los fieles seguidores del equipo, no se pierde una. El deporte para la familia lo es todo. Lo llevan en la sangre, en la rutina, en la sonrisa.
Un día —y ya ha llovido— le dije: “Raulito, necesitamos un jugador para el Boscos, vente”. Y no dudó. Ni un segundo. Desde entonces no ha fallado. Y ya han pasado unos cuantos años. Hoy, 11 de mayo de 2025, ahí seguimos, dándolo todo. Él corriendo más que nunca.
En el equipo le llamamos el pulmón, para mi es POKE, como lo bautizamos en «campo», haciendo mención a Mauricio Pochettino. Nadie corre como él. Porque llega a todas. Porque si tú fallas, él aparece. Porque si el partido se pone cuesta arriba, ahí está Raúl. Pero no solo en el campo. También en la vida.
Es el que da oxígeno. El que contagia ganas. El que mete una broma cuando hace falta y se pone serio cuando toca. El que empuja sin empujar. El que está sin hacerse notar. El pulmón. Porque sin pulmón no se respira. Y sin Raúl, el equipo tampoco sería lo mismo.
Es que es del clan de los portugueses… y ya sabes, esos son mucho portugueses.
El 26 de abril de 2020, dos días después de recibir una noticia muy esperada por mí, me hicieron una entrevista en un medio de comunicación. Sin hacer ruido, sin previo aviso, Raúl me escribió esto. No me comentó nada más. Solo me lo mandó. Así, a su manera.
Y me dejó tocado.
Porque no es un mensaje cualquiera. Porque no es un texto que uno copie o repita. Porque no es algo que se diga sin haberlo pensado muy dentro. Solo alguien como él puede escribir algo así. Solo alguien con esa mirada, con esa calma, con esa forma de ver a los demás y ponerlo en palabras que te atraviesan.
Lo guardo como un tesoro, porque en pocas líneas me dijo más que muchos con discursos enteros:
¿Quién escribe eso? ¿Quién lo piensa y lo dice con esa calma? Solo alguien como Raúl.
Hoy Alkate ha montado una de las suyas: sorteo, botellas, papeletas… y como siempre, yo en medio. Me ha tocado el premio. Bueno, digamos que dirigido. Y Raúl ha sacado la papeleta, pero el verdadero premio no ha sido ese. El premio es tenerte cerca, Raúl. Tenerte como parte de mi vida. Y eso, amigos, es difícil de encontrar.
Esta misma mañana, como tantas otras veces, me preguntaste por mi padre. Siempre atento. Siempre pendiente. Te conté cómo va todo, lo que estamos pasando… y entonces, sin hacer ruido, me dijiste lo tuyo.
Nos toca cuidar a los padres, Raúl.
Y ahora te toca cuidar de tu madre.
Y lo harás como siempre haces todo: sin hacer ruido, pero dejando huella.
Con esa forma tuya de estar, de sumar, de dar sin pedir.
Porque contigo, hasta el aire se vuelve abrigo.