Ayer sábado tocaba lo de siempre: juntarnos, reírnos y desconectar un rato de todo lo demás.
Y sí, otra vez en el Anaita, donde si algo sobra es buen ambiente. Iñaki Garralda, enorme como siempre; Alberto, anfitrión de los que da gusto tener cerca. Comida sencilla, ensaladas, pollos, aceitunas… de las buenas, de esas que luego acaban hasta en el postre porque alguno no sabe parar. Urru con su postre, otro clásico. Y entre broma y broma, villancicos tuneados, “nolmaladas” y risas que curan más que cualquier medicina.
De eso va este equipo. De eso va esta gente.
De estar y de hacer que todo merezca la pena.
Claro, luego apareció Alkate, que nunca sabes si viene, si va o si te graba… aunque este año, con la normativa, igual tiene que borrar la mitad. Y también nos cruzamos con Rebeca, la pareja de Niko, que nos recordó que no estaba en un crucero, ni en Panamá, ni en Marte… sino aquí al lado. Qué mundo, qué memoria tienen algunos.

Y la sorpresa del día: Ibra, nuestro fichaje estrella, dándolo todo en el futbolín. Corriendo por la banda igual que en el campo: no pasa, no centra… pero se mueve, mete ritmo y anima. Eso también es fútbol.
Y también es vida.
Porque ayer, más allá del cachondeo y del “si te quieres diveltil…”, necesitaba parar un rato la cabeza. Venía cargado. Y hoy domingo, antes de ir a ver al abu, me he dado cuenta de lo bien que me vino.

La vida va por rachas.
Hay días que pesan y días que liberan.
Ayer, por fin, tocó de los segundos.
Lo que me recordó este sábado
Entre todo el jaleo, los villancicos retocados y las anécdotas de siempre, me di cuenta de una cosa que a veces se nos escapa:
no hay que esperar a que todo esté bien para vivir.
La vida no se paraliza porque tú estés en un momento complicado.
No se pausa porque haya hospital, cansancio o incertidumbre.
Sigue.
Y tú decides si la acompañas o te quedas mirando.
Yo ayer decidí acompañarla.
Y me vino bien. Mucho.
Y cuando uno está despierto… pasan cosas
Esto igual te hace sonreír, pero es así:
entre canción y canción, hablando, escuchando, observando… salió un lead.
Sí, sí. Uno de verdad.
Se ve que no sé desconectar del todo.
O quizá sí, porque a veces desconectar es precisamente eso: dejar que la vida se vaya recolocando sola mientras tú te ríes con los tuyos.
Total, que me ha escrito.
Y el martes puede ser un gran día.
Muy grande.
Y aquí viene lo importante, lo que yo sí creo de verdad y que intento aplicarme siempre:
las oportunidades no llegan cuando te quedas quieto.
Llegan cuando tú estás en movimiento.
Cuando das, cuando conectas, cuando no te apagas.
Ayer fui a divertirme.
Y volví con energía, con risas… y con una oportunidad.
No está mal para un sábado cualquiera.
Y ahora, a lo que cuenta
Hoy iré a ver al abu.
Ojalá pudiera tomarme un vermut con él, como antes. Ya llegará.
Él se merece esa vuelta.
Y nosotros también.
Pero mientras tanto, sigo.
Con el equipo, con la vida, con el trabajo, con los que están y con los que vendrán.
Y si algo me enseñó este fin de semana es esto:
No controles el resultado.
Controla tu movimiento.
Que no te gane la pereza, ni la excusa, ni el “ya lo haré mañana”.
Porque lo bueno siempre aparece cuando tú decides aparecer.
Y tú, que estás leyendo esto…
¿Estás en marcha o estás en pausa?
Solo depende de ti.

Y por cierto… lo de Arko merece mención especial.
Ayer apareció con kilos de menos. Sí, sí, kilos de menos.
Hubo gente que ni lo reconoció de entrada.
Ahora está como para traerlo al calentamiento y tirarle cuatro tiros, como hacíamos con Muruce, pero bueno… un ratillo solo, no vaya a ser que se venga arriba y tengamos que ponerle cláusula.
Y por último… mi gabán.
Aún no sé si lo perdí, si alguien se lo llevó pensando que era suyo o si decidió independizarse después de tantos años juntos.
Con el cariño que le tenía…
Voy a mirar en el bolso del Boscos por si aparece entre camisetas, medias y calcetines que no sé cómo acaban ahí.
Aunque me temo que ese gabán ya ha encontrado nueva vida.
Je je.


