Son ya más de 35 años. Que se dice pronto. Y seguimos ahí.
Con más canas, y alguna que otra arruga… pero con las mismas ganas de siempre.
Yo llegué después del almuerzo, en motoreta, justo para ponerme el uniforme oficial.
Miky, un crack. Pero que sepas que te eché en falta en la fila final.
Villavesa a menos cuarto. Como siempre. Como nunca.
El día comenzaba con uno de esos momentos que te marcan el corazón, con el abuelo y Nuria.
Un cohete entrañable, familiar. De los que te aprietan el alma al saltar.
El abuelo se emocionó. Nos sacó una colección de pañuelos históricos, el de la UEFA del 91, el de los ascensos, alguno con su nombre bordado, la banda… y mucha emoción. Porque él entendió hace años todo esto.
Todo lo que nos han enseñado. Todo lo que nos han dejado.
Y luego, lo de siempre y lo que ya queremos que vuelva.
No estábamos todos, pero los que faltaban también estaban.
Y había cosas que nunca fallan:
Casino. Txoko. Niza.
Faltaba Osés, así que tuvimos “suelta”. Literal, je, je.
Bailamos. Reímos. Disfrutamos y recordamos.
Que para eso es San Fermín.
Porque bastante te da la vida como para pararte a pensar.
San Fermín te da permiso para vivir sin medida. A media con un vasito al rato.
Aparecieron muchos.
Oscar nos metió al Casino, visita obligada, los fosos le esperaban.
Y ahí estaban los de siempre.
Nos encontramos con el primo de Jaime y su cuadrilla, parecía que el tiempo no pasaba.
Y al final con Josema y la suya, risas y más risas.
Parecía que eran las fiestas de Zizur.
Y eso…
Eso no se vende en ningún sitio.
Viva San Fermín. Gora San Fermín.
Y que nos sigamos abrazando a esa fecha muchos años más.
P.D. Manu, ¿Dónde has pillado ese dietista?. Pues?